viernes, 17 de diciembre de 2010

Floren entre Inda y Relaño






Dicen los que saben de esto que la izquierda está perdiendo la batalla en el mundo porque no ha sido capaz de renovar sus conceptos, y probablemente sea verdad. Mientras la derecha innova continuamente sus postulados, introduciendo, cada día, conceptos nuevos que hacen obsoletas las estrategias de la izquierda, ésta permanece apegada a sus viejos dogmas como si éstos fueran absolutamente inmutables.

A mí, oyendo anoche El Larguero, después de haber leído ayer la prensa deportiva, se me ocurrió este nuevo concepto de clase que ahora trataré de explicar.

Sobre cuál es la clase dominante ahora, en España, creo que no hay muchas dudas: es la misma de siempre, la que detenta impunemente el poder y a la que nadie osa enfrentarse abiertamente porque resulta extraordinariamente peligroso para la propia subsistencia. 

La novedad de la situación estriba en que se ha producido un cambio notabilísimo en lo que yo considero ahora clase dominada.

Considerar ahora las clases sociales como estamentos aglutinados tan sólo por consideraciones económicas, o sea de producción y distribución de la riqueza, no es que pueda considerarse obsoleto es que lo es.

Para un madridista o un barcelonista la adscripción al madridismo o al barcelonismo es más importante que su adscripción a una determinada profesión o estatus social propiamente dicho.

Todos vivimos a la vez, al mismo tiempo, en este momento histórico. Pero no somos iguales, no queremos y no pensamos lo mismo. Nos aglutinamos, por tanto, por una serie de motivos que determinan nuestra propia clasificación en una serie de compartimentos estancos.

El problema es cuál de estos motivos es el esencial en cuanto a nuestro comportamiento, a cuál de ellos otorgamos una categoría esencial en cuanto a nuestra propia diferenciación.

 Los que examinan el problema no sólo desde una óptica simplista sino también esencialmente hipócrita, continúan, hoy, en el siglo XXI, atribuyendo una importancia radical a los factores económicos por encima de los esencialmente sentimentales.

Pero una nueva mirada, que se pretenda lúcida, superando las clásicas teorizaciones  de Marx y de Weber,  tiene que intentar profundizar en los que podríamos denominar, aunque sólo sea provisionalmente, factores ideológicos o sentimentales.

¿Qué une más a dos individuos: la pertenencia a una misma profesión o la adscripción a una nacionalidad o sentimiento? Y, en el mismo sentido, puede preguntarse ¿qué une más la pertenencia a una misma profesión o la adscripción a un sentimiento no ya meramente deportivo sino identificativo de una nacionalidad o si se quiere de una regionalidad, el amor a los colores blanco o azulgrana? No olvidemos, como no lo olvidan sus enemigos rabiosos que el Barça se pretende como algo más que un mero club de fútbol.

Y, entonces, vienen los falsos, los hipócritas defensores de las esencias políticas y nos echan a la cara como el peor de los exabruptos eso de que no se debe mezclar el deporte con la política, haciendo como que no saben que TODO ES POLITICA desde que Aristóteles lo expusiera magistralmente para siempre con dos frases revolucionarias: el hombre es un “zoon politikon”, o sea, un animal político, de modo que todo aquel que no es político o es un dios o es una bestia.

Pues, bien, la mayoría de los falsos intelectuales, que hoy dirigen las corrientes del pensamiento hacia donde a ellos les interesa, afirman que el fútbol no es política, contradiciendo así frontalmente los axiomas aristotélicos.

Pero el pueblo, que no estudia sino que vive, no sigue sus falsos dictámenes y se agrupa, yo diría que incluso con auténtica ferocidad, en torno a unos grupos sociales que yo no me atrevo, para que no se me excomulgue, a denominar clases sociales en el sentido restringido o técnico,  pero que, indudablemente, nadie puede negar que son grupos de esta misma naturaleza.

Y todo esto a propósito de una charla radiofónica y una fotografía de la prensa que llamamos deportiva, en las que ayer escuché yo como se denigraba al Barça por haber firmado un contrato de publicidad para su camiseta con Qatar y una fotografía, la que ilustra este comentario, en la que puede verse al Florentino, El Conseguidor, flanqueado a izquierda y derecha, pero debería de escribir a sus 2 derechas, ni más ni menos que por Inda y Relaño, los directores de los 2 periódicos impresos de mayor difusión en nuestro país.

En la charla radiofónica, en la que participaban por lo menos 2 periodistas catalanes, no sólo se sostuvo sino que fue el eje de la discusión la perversidad cometida por el club catalán, que se había atrevido, ni más ni menos, que a contratar para lucir en su camiseta una fundación de Qatar. 

La perversión consistía en que Qatar es un país de raíces profundamente islámicas con todas las connotaciones que ello supone: ausencia de democracia, discriminación de la mujer, leyes penales no sólo severas sino también absurdas, etc.

Pero, juro por todos mis muertos, que en la larga polémica que siguió a la exposición de este hecho, en ningún momento se adujo por el sector teóricamente encargado de la defensa catalanista, que el enemigo esencial del Barça, el Madrid, luce ya en sus camisetas la publicidad de una casa de apuestas deportivas.

Con lo fácil que hubiera sido que dicho sector catalanista hubiera hecho referencia a que hay en el mundo cientos de países islamistas, que no sólo practican la religión del Islam sino que son admitidos por todos los organismo internacionales sin ningún reproche, mientras que, en todo el mundo se critica a muerte la práctica, esencialmente inmoral y destructiva del juego, que conduce, después de más o menos tiempo, a la presencia inevitable de terribles secuelas sicológicas más peligrosas incluso que las de las drogas, las famosas ludopatías, culpables de la destrucción total no ya de los individuos afectados sino también de sus familias.

La pregunta inevitable es: ¿por qué, en un debate sobre la posible  inmoralidad del patrocinio de la camiseta del Barça por un Estado islamista, no se hizo, en absoluto, la menor referencia a que su encarnizado rival, el Madrid, luce ya cierto tiempo la propaganda de uno de los vicios más destructivos que esclaviza al ser humano, el juego, la famosa ludopatía?

Y la respuesta se halla en la fotografía de referencia que nos muestra a El Conseguidor, Florentino, el hombre que logró que un país democrático, nada de Qatar, ni mucho menos, autorizara la construcción de 4 torres con cientos de apartamentos en el mismo centro de la ciudad de Madrid, capital del Reino, no sólo contaminando para siempre dicho centro urbanístico sino entorpeciendo también para siempre la circulación ya realmente imposible en el centro de Madrid, lo que supone directamente la proliferación de enfermedades mortales de los habitantes de la zona, o sea, un auténtico y masivo asesinato de miles de víctimas inocentes.

Y este teórico asesino de los niños inocentes que habitan en dicha zona, se halla flanqueado, en dicha fotografía, por los máximos dirigentes de la prensa deportiva del país, en una aquiescencia vergonzosa de una política que nosotros, por lo menos, no dudamos de considerar absolutamente criminal. 

Y, todo este atropello, sólo para que el Madrid tuviera el dinero suficiente para fichar a las máximas estrellas del fútbol mundial.

Y, mientras, la emisora radiofónica más importante de España, en el programa deportivo líder de la radio española, critica ferozmente al rival del Madrid por haber contratado la publicidad de una fundación de Qatar para su camiseta.

Una fundación, como todo el mundo sabe, es una asociación sin ánimo de lucro que pretende realizar funciones benéficas, nada en absoluto comparable con una casa de apuestas futbolísticas que tiene por objeto acabar convirtiendo a sus apostantes en auténticos ludópatas.

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