viernes, 20 de enero de 2012

Fascismos, la tentación totalitaria: Franco y el Real Madrid


El Fascio era aquel manojo de varas de madera con el que los pretores romanos trataban de representar su omnímodo poder cuando se desplazaban por los confines del Imperio romano. Y no es por casualidad que quizá el más fascista, pero también quizá el más cobarde, de todos los fasciosos del mundo, el general Franco, escogiera como uno de sus símbolos el yugo y las flechas falangista y consignara su testamento en esa frase absolutamente terrible: "lo he dejado todo atado y bien atado". Fascismo del peor, fascismo puro y duro, puesto que niega rotundamente cualquier posibilidad de evolución.

Ya lo hemos dicho, el fascismo es la tentación totalitaria, la obsesión  por dominar TODO el mundo. Y parece que va ínsita en el hombre como uno de sus más perniciosos estigmas.

Pero no hay un sólo fascismo sino millones de ellos, en realidad, todos nosotros, en el fondo de nuestras almas, guardamos un reducto canallesco que pretende el uso y abuso del poder, que no otra cosa, en última instancia, es el fascismo, el ansia de poder, el instinto de dominación. Estoy tratando de decir que todos somos fascistas y que la civilización, la cultura, la socialización, la politización, de polis, ciudad, no es sino la lucha contra este instinto esencialmente fratricida.

Y todo esto a propòsito del Real Madrid. Ya lo he dicho otras veces, el R. Madrid es la personificación más patente que hoy podemos hallar del fascismo en una sociedad que se autoconsidera civilizada.

Si el fascismo tiende por su propia naturaleza a adquirir, conservar y aumentar el poder para así ejercer la mayor dominación, no hay una institución en el mundo más representativa, incluyendo en la comparación no sólo la Onu sino también la Otan, porque en éstas existe el prurito hipòcrita de cubrir las formas y dicen en sus textos constitucionales que su finalidad es tan benemérita como obtener la paz en todo el mundo, sí, ya sé, que es pura hipocresía, que ambas instituciones lo que persiguen es todo lo contrario, que ambas lo que, en el fondo, pretenden es adquirir, conservar y aumentar fuera de todo límite el dominio que ejerce el actual Imperio de los Estados Unidos de América.

No lo tomen a risa, pero yo no he oído nunca a ningún embajador o representante de los Usa afirmar lo que los seguidores del RM dicen con la mayor de las jactancias cuando se habla de un nuevo excelente jugador, “mañana lo fichamos, será por dinero”.

Y el caso es que no tienen dinero, que sólo tienen la que seguramente es la mayor deuda de cualquier otro club deportivo en el mundo, pero saben, son muy conscientes de que, detrás de ellos, se halla todo este país de fascistas absolutamente irredentos que transmutan su fracaso existencial con el triunfo del que consideran que es su representante perfecto.

Tal vez parezca exagerado pero el madridismo es el cáncer mas nocivo de los que sufre la sociedad española porque es no ya secreto sino completamente subrepticio, parece eminentemente popular cuando es cuidadosamente selectivo, recuerdo cuando yo conseguí estabilizar mi economía familiar y necesitaba la práctica de un deporte que diera salida a esa tensión casi insuperable que implicaba compaginar todos los días mi trabajo en 2 actividades cuyos horarios eran absolutamente incompatibles, la jefatura de la Telefónica de Cartagena con el ejercicio profesional del Derecho ante los tribunales, lo que implicaba casi todos los días mi ausencia de varias horas de aquella empresa para asistir a los juicios, y elegí el tenis. 

Pretendí ingresar en el club de este deporte en la localidad y tuve enorme dificultades para conseguirlo porque se halla situado en el centro de la ciudad y sólo tiene 3 pistas, nunca me he sentido peor en ningún sitio porque era exclusivista en grado sumo, lo que me producía una profunda repugnancia, la misma que me incita la contemplación de la concurrencia, los días de partido, al palco del Bernabeu. Es la misma selectiva concentración de poder, de poder no sólo económico sino también político, una acumulación de las élites de cualquier clase, sí, la mayor concentración de poder que puede conseguirse en este desdichado país: Los Aznar, los Rato, los Pérez, de Florentino, Rajoy, la casa Real, de alguna subrepticia manera, y todos con una aire de complicidad que se me antoja intolerable. Es la fiesta del poder, del instinto de dominación, el que no está allí es porque no vale nada realmente.

Pero hoy quería hablarles de una de las manifestaciones más nefastas del fascismo: la sumisión incondicional de las masas. Las masas fascistas se caracterizan por su sumisión total a las élites, es su característica esencial, de tal modo que si falla esta cualidad, no existe el fascismo, es ese ciego sometimiento, esa irracional sumisión a lo que dicte el poder lo que caracteriza decisivamente al fascismo.

El fascista no razona, sólo siente, está completamente abducido por la élite, experimenta una atracción total, irracional por los símbolos, por las concreciones de la institución que lo ha conquistado más allá de cualquier límite.

El fascista no es una persona sino un animal, pero un animal carnívoro, caníbal, antropófago, quiere, necesita, exige sangre, ayer mismo lo decían una grupo de madridistas antes del partido con el Barça, “éste es un partido para carniceros, queremos a Pepe”, de modo que Pepe salió con una misión concreta, hacer sangre y, como siempre, la hizo.

Pero, para mi, lo más repugnante es la actitud de los comentaristas radiofónicos y televisivos: saben que el partido lo estaban viendo por tv, a lo peor, 400 millones de personas (véase el enlace), y las imágenes eran claras, rotundamente claras, los jugadores madridistas cometían una agresión criminal tras otra, pues, bien, todos los comentarios se encaminaban a convencer al espectador de que aquel espectáculo, a cuya retransmisión colaboraban, era absolutamente natural, que el fútbol, decían, es un deporte viril, para hombres, en el que el contacto no sólo es posible sino totalmente necesario, incluso conveniente, y, por lo tanto, las fricciones son completamente inevitables, son los sacerdotes de esta canallesca religión que ve natural que en la parte noble, como la llaman ellos, del Bernabeu, cuando el gurú del madridismo ha agredido salvajemente al 2º entrenador del Barça, metiéndole el dedo en un ojo, aparezca un aparcartaa que reza: “Mourinho, tu dedo nos enseña el camino”, son los mismos reporteros que aplauden cuando el fascista Comité de competición sólo sanciona simbólicamente al agresor con 2 partidos de suspensión, si es que el RM vuelve a jugar una competición sumamente específica, lo que aumenta las probabilidades de que dicho agresor no cumpla nunca una sanción casi idéntica a la impuesta al agredido por repeler la agresión, fascismo, fascismo puro y duro.

Podríamos decir aquello tan manido de en el pecado llevan la penitencia porque este asqueroso demiurgo desprecia profundamente a sus seguidores hasta tal punto que cuando ayer le preguntan si oye las protestas por el juego tan rácano y canallesco que hace practicar a sus jugadores, responde: "claro que las oigo pero no las escucho", o sea que no les hace caso, es una de las más completas expresiones de desprecio que he oído en mi vida, para este individuo, el clamor de su público es tan despreciable que él lógicamente no puede hacer otra cosa que despreciarlo.

Todo esto me recuerda mis lecturas de la historia de la implantación del fascismo franquista en este desdichado país y el mitin que Onésimo Redondo dio en Valladolid que concluyó con el grito: “¡España una! ¡España una! ¡Muera el Estatuto catalán!”. El resultado, según las crónicas, fue que por la Casa de Socorro pasaron unos veinte heridos marxistas y dos de las JONS, el partido que había fundado el tal Onésimo. Poco después estallaba en España el que es llamado Molvimiento Nacional.