lunes, 30 de mayo de 2011

Valdano se lleva bajo el brazo el último libro azul de Florentino




El Confidencial

@Javier Gómez Matallanas.- 30/05/2011 (06:00h)

Valdano se llevó el último libro azul
Ya no queda ni un libro azul de Florentino Pérez en un ninguna estantería del estadio Santiago Bernabéu. El último ejemplar de aquel libro de estilo, del que hacía proselitismo en su primera etapa de presidente y que representaba y sistematizaba los valores del Real Madrid, se lo ha llevado de su amplio despacho Jorge Valdano. El libro azul ha sido descatalogado por imposición de José Mourinho. Y Florentino le ha dado el control del club al entrenador de Setúbal. ¿Redactará Mourinho un nuevo código ético como el libro azul que tanto enorgullecía a Florentino hace apenas dos lustros?

La toma del poder club de Concha Espina por parte de The Special One ha sido un proceso paulatino. Florentino empezó por aceptar el fichaje del portugués después de repetir alguna que otra vez aquello de que “mientras yo sea presidente, Mou no entrenará al Madrid”. Nada más llegar Mou, Floren se entregó en cuerpo y alma a las máximas de Maquiavelo cuando manifestó: “El estilo es ganar”. Y en mitad de la guerra que Mou había montado con Valdano, Florentino se mojó para decir que Mourinho también representa los valores del Madrid, que quejarse de las cosas que perjudican al club también es defender esos valores (¿eternos?) madridista, tan manoseados en este siglo XXI.

Y la escenificación del traspaso de poderes se produjo el pasado miércoles en la comparecencia presidencial para despedir a Jorge Valdano como director general. Florentino alzó el brazo de Mou proclamándole campeón de un combate en el que nunca peleó de cara con Valdano. Un tongo fomentado por Florentino ante el chantaje de Mou con su inflexible exigencia para continuar en el Madrid: “O Valdano o yo”. Y amenazó con irse al Manchester United hace dos meses, al Inter hace uno y al Chelsea hace una semana. Y Valdano fue despedido.

Era la crónica anunciada de una cohabitación imposible (ver artículo). Como si Menotti fichara a Bilardo. Aún así Valdano, para muchos arrinconando su dignidad, aguantó el tipo convencido de hacer lo correcto por el bien de su institución y con la conciencia y seguridad de ser el último garante de las máximas del libro azul de las que Mou ha hecho renegar a su autor Florentino Pérez. El director general no quiso salir junto a Florentino en su último día. Dos veces ha ido con él de la mano y no parece posible que haya una tercera porque la traición del presidente de ACS al ex campeón del mundo con Argentina ha sido una de las mayores que se recuerdan en el mundo del fútbol. Y eso que Florentino, en una de sus escasísimas declaraciones públicas, declaró a Luis del Olmo el pasado mes de diciembre que Valdano era “quien mejor representaba la imagen y la filosofía del Madrid”. Para el presidente, por tanto, en menos de seis meses habrá cambiado la imagen y la filosofía del Real Madrid y el que mejor la representa es Mourinho.

Hace un año nos cuestionábamos si la llegada de Mourinho supondría un cambio en el modelo del Real Madrid (ver artículo), y doce meses después Mou ha conseguido modificar la estructura del Real Madrid con un organigrama a su medida en el que junto a José Angel Sánchez (a la altura de Mou de momento en el organigrama en el que Florentino en la práctica está por debajo) falta la llegada de algún fichaje para el departamento de comunicación. Antonio García Ferreras tiene todas las papeletas para volver al club de Concha Espina, pero al director de La Sexta no le vale eso de DirCom y exige regresar por encima de José Angel Sánchez, algo que deberá autorizar Mou.

El último libro azul de Florentino Pérez se lo ha llevado Valdano bajo el brazo la semana pasada. Valdano volverá al Madrid porque el Madrid recuperará sus valores. Es casi imposible que vuelva con Florentino, quien en esta segunda etapa se ha hecho marxista (de los de Groucho no de los de Carlos) y ha escenificado aquella escena en la que decía “Estos son mis principios; si no le gustan tengo otros”, en este caso los de Mourinho. No volverá con Florentino, pero Valdano volverá. Y los valores del Madrid.

lunes, 16 de mayo de 2011

El Real Madrid pierde una pequeñísima batalla pero es seguro que, al final, ganará la guerra, como debe de ser.


Yo no soy pesimista, soy realista. Y soy así porque no puedo ser de otra manera, después de 82 años de la más dura de las luchas por sobrevivir.


Desde que nací, he pasado todas las carencias de la vida, hambre a todas horas, los piojos y demás miseria devorando mi triste carne de niño de la guerra y la postguerra, sin ninguna otra clase de justificación que no fuera el canallesco orden establecido por los que tenían, tienen y tendrán el poder en todas y cada una de sus manifestaciones, el económico, el político, el religioso, el militar y el mediático.


De modo que mis 82 años han sido muy movidos y a lo largo de ellos  he hecho de todo, malo y bueno. Y, como no soy imbécil del todo, sé de lo que va, por eso siendo marxista hasta el tuétano no comparto el optimismo antropológico del que es mi mesías.

No creo que el materialismo dialéctico que mueve la historia lo haga en el sentido correcto, todo lo contrario. Hablando en un lenguaje estereotipado y pleno de tópicos, diré que las fuerzas del mal están ganando decididamente la guerra, aunque de cuando en cuando, muy de vez en cuando, pierdan una pequeña batalla.

Y es de esto de lo que hoy quería escribir un poco a fin de no cansarles demasiado.

Entre las fuerzas del mal que imperan plenamente en esta España una, grande y libre que nos dejara Franco tan bien atada, la más férreamente asentada de todas quizá sea el Real Madrid, niña que fue la de sus ojos y a la que mimó con especial cariño porque durante mucho tiempo fue aparentemente lo único bueno que él, el sangriento tirano, podía exhibir ante el mundo, un equipo de fútbol que lo ganaba todo, canallescamente como lo ganaba, pero lo ganaba, al fin.

Decía el cínico canalla que lo había dejado todo atado y bien atado y la mejor de dichas ataduras, junto a la judicatura, era ésta del fútbol. Aquel tipo no era inteligente pero tenía una suerte endiablada, no leyó seguramente nunca a Goebbels, porque odiaba leer, pero aprendió que un pueblo entero podría sufrir las más amargas desventuras, las mayores miserias pero sería feliz si podía poner su alma en el empeño de que 11 millonarios ganaran, una tras otra, hasta 5 copas de Europa y ésta fue seguramente la mejor batalla que ganó nunca.

Y la lección fue magistralmente aprovechada por sus mejores discípulos. España no se ha movido un milímetro desde que el monstruo murió, en ningún sitio como aquí se cumple a rajatabla la máxima inexorable de jodido Lampedusa, todo ha cambiado aparentemente para que todo haya seguido exactamente igual a como él lo dejó.

El pueblo ferozmente embrutecido por ese pan y circo que él tanto cuidó sólo se preocupa de que ese Real Madrid, en cuyos dominios nunca todavía se pone el sol, siga intentando ocupar la cúspide de la pirámide.

Ahora, por uno de esos milagros que ocurren de vez en cuando, casi inexplicablemente, un equipucho de tres al cuarto, salido de las profundidades montañosas de una de esas malditas regiones que se resisten desesperadamente a integrarse en esa unidad de destino en lo universal que soñara el gran José Antonio, lleva ya 3 años seguidos  propiciando que el sol francomadridistas no luzca en su acostumbrado esplendor y eso es algo que no puede consentirse. 

Las fuerzas del orden que, como bien saben los pocos sabios que en el mundo han sido, son precisamente las fuerzas del mal, han urdido una conspiración gigantesca en la que, todos los días, se trata de demonizar como sea a ese maléfico equipucho que Dios confunda y así se dice que son ellos, precisamente ellos, los perseguidos por todos los poderes de esta maldita tierra, los que utilizan toda una serie de malévolas fuerzas que no se sabe cuáles son ni dónde están aunque es muy posible que ese genio luminoso que es Aznar sí que lo sepa, como sabía aquello de que los que pusieron las bombas en los trenes de Atocha no vinieron de lejanos desiertos ni inhóspitas montañas, como si de una Al Quaeda cualquiera se tratara sino que provenían precisamente de una de esas otras malditas regiones que no se quieren integrar sumisamente en la España, una, grande y libre, que soñaran sus egregios mentores, para sojuzgar artera y aviesamente esa competición que se llama Liga de fútbol española, de tal manera que ya no la gana el Madrid, tal como está mandado, sino ese aborrecible equipucho de malnacidos separatistas.

Y así, a pesar de que fue el Real Madrid el que utilizó todo su inmenso poder para que los jueces, quiero decir los árbitros, de los partidos le permitieran al Rey de Reyes atizar estopa pero de la buena y le pegaran alevosas patadas a los del asqueroso equipucho de pueblerinos hasta en el paladar, ha sido esa extraña mezcla de arzopispo y magnate de todas las finanzas el que ha denunciado ante la UNION EUROPEA DE FUTBOL ASOCIACION, UEFA, a los sanguinarios constituyentes del equipucho maldito, por conducta antideportiva y racismo, ellos que acuñaron la frase de que ser español es una de las pocas cosas serias que se puede ser en el mundo.

Y sucede que la Uefa no les ha dado la razón, no por nada, que ella es también poder y por lo anto está absolutamente corrompida hasta el extremo de falsear todas las competiciones sino porque lo que sucedió en loa partidos de marras lo vieron yo qué sé,¿mil millones de aficionados de todo el mundo? Y no podían encubrir y favorecer la iniquidad que suponían las desvergonzadas acusaciones del Real Madrid.

Pero, como decía al principio, las fuerzas del bien, las escasísimas fuerzas del bien, sólo han ganado la más pírrica de todas las batallas del mundo, pero la guerra, ésa que acabará forzosamente como tiene, como debe de acabar, con el Madrid de nuevo en la cúspide la pirámide del fútbol mundial, sólo la puede ganar este asqueroso y prepotente equipo que sabe, porque lo ha aprendido también como yo, que el dinero, el puñetero dinero o sea, el poder económico, junto a los otros poderes, el político, el militar, el religioso y el mediático están y estarán siempre de su parte, como siempre ha sido, como siempre debe de ser porque está escrito en las malditas estrellas que titilan en el jodido firmamento.

domingo, 15 de mayo de 2011

El Madrid y los santos inocentes


Yerran a fondo esos canallas que se parapetan tras el farol de que el fútbol es un mero deporte o, en todo caso, si no, un espectáculo o todavía menos aún, si no, un simple juego muy parecido a ese que practicaban los niños, en la calle, con sus pelotas de trapo.


Nosotros decimos que NO, que el fútbol, como creo que dijo un día un entrenador inglés de cuyo nombre no quiero acordarme, para este rancio filósofo de las piernas fuertes, era lo más importante del mundo si es que, en éste, hay realmente cosas importantes.

Ésta, lo crean ustedes o no, es toda la filosofía que se esconde detrás de este falso juego, de este falso espectáculo, de este falso deporte porque no es, realmente, ninguna de las 3 cosas sino precisamente aquélla que inventaron los prodigiosos emperadores romanos, el trampantojo para tener entretenida a la gente para que no pensara nunca en la espantosa miseria de su propia condición.

Como todos los fascistas del mundo saben y practican, al pueblo sólo hay que darle “panem et circenses”, pan y juegos más o menos circenses, y, de vez en cuando, si se cansa de tanto juego, garrotazos.

Y eso lo sabe mejor que nadie el Tío Sam, el del garrote atómico, y todos, absolutamente todos sus delegados en los amplios confines del Imperio.

Pero el hombre, incluso el más inepto y miserable, ése que apenas si sabe hablar, que sólo sirve para labrar los campos de su amo, o formar parte de la más embrutecedora de las cadenas de montaje de una fábrica de patente estadounidense o alemana, que, por agarrarse a algo se ase desesperadamente a esa “milana bonita” que representa el club de fútbol en el que ha depositado toda la ilusión de su vida, de su triste, perdida y miserable existencia, que no puede descansar en otro asidero que en un grupo que no hace otra cosa que correr estúpidamente durante hora y media detrás de una miserable pelota de cuero, lo repetimos “su milana bonita”, como si todos ellos se llamaran Azarías y formaran parte de la egregia novela de Delibes.

De modo que todos somos Azarías o, por lo menos, casi todos, porque los hay también tan inteligentes que se ríen de los que no se sabe muy bien por qué tenemos esta estúpida pasión por un juego realmente tonto que, además, sirve para alienarnos de la mejor de las maneras posibles.

Y eso, como creo que ya lo hemos aludido, no lo ideó ese genio de la más canallesca de las propagandas, Goebbels, el superministro de Hitler, ni su más fieles epígonos españoles, Relaño y de la Morena, ni Inda, ni Pedreroll, ni Roncero, ni el gran Guasch, sino esos otros individuos mucho más maquiavelicos aún que forman parte destacada de todos los consejos de administración del mundo y que saben, porque lo han aprendido desde niños, que mientras el populacho, la masa, la puta plebe, se pelee embravecida con su vecino por adquirir la hegemonía futbolística, despreciará olímpicamente todos esos gilipollescos problemas que se refieren a su propia condición como persona, como ciudadano, como sujeto político de obligaciones pero también de derechos, lo que permitirá a las clases dominantes, mientras tanto, hacer lo necesario y suficiente para que parezca que todo está cambiando cuando, en realidad, todo no sólo no sigue igual sino que va decididamente a peor, o sea, que el jodido señorito, de los miles de millones de dólares o euros de sus prodigiosas empresas, construidas con el sudor, la sangre y las lágrimas de todos los azarías que por el mundo andamos, ciego del orgullo que le produce la obscena sumisión de tantos ignorantes pordioseros, comete no el pecado sino lo que es mucho peor el error de matar a “su milana bonita”, o sea a su maldito club de fútbol robándole el partido decisivo, aquel que lo hunde en el infierno de la 2ª división y, entonces, el pueblo, herido en lo que más le duele, se subleva como ahora sólo se puede rebelar, gritando hasta perder las fuerzas eso de “así, así, así gana el Madrid” y abrigando en lo más hondo de su corazón un odio mortal, absolutamente inextinguible hacia los colores del club de la capital de las Españas, cuyos privilegiados habitantes se preguntan asombrados:

-¿Pero por qué nos odia tanto todo el mundo, qué es lo que hemos hecho nosotros, si sólo hemos ganado, sí, claro injustamente, desde luego, como tiene que ser, en el último minuto y de penalti, un simple partido de fútbol?

Y como diría nuestro genial Ortega, moviendo apesadumbradamente su prodigiosa cabeza:

-No es eso, no es eso, les hemos matado a todos ellos “su milana bonita”.

Marx, su vigencia omnipresente: el Real Madrid..


Una de las líneas maestras del pensamiento de Marx es que todo, absolutamente todo, incluso el arte, la filosofía, la ciencia, etc., no son más que superestructuras económicas, lo que nuestro filósofo nacional tradujo de una manera muy “sui generis”: “yo soy yo y mi circunstancia”.


El caso es si tomamos 2 equipos de fútbol, uno que se basa en una economía rigurosamente neo liberal, ultracapitalista que lo fía todo al poder radicalmente ruin, nocivo, corruptor del dinero y otro que, participando en la lucha a muerte que hoy supone la simple supervivencia en cualquier medio, ha apostado por una economía basada en la propia producción interna, que trata de mantener y defender su marca industrial y comercial en el mundo, intentando que su producto final se base en lo espontáneo, en lo natural, en el producto interno de una entidad que se manifiesta como esencialmente cooperativista, los productos resultantes son tan opuestos como las propias filosofías productivas que los sustentan.

Uno pudre hasta las raíces todo lo que toca. Produce una serie de futbolistas engreídos, prepotentes, pretenciosos, que creen que se lo merecen todo por pertenecer a un entidad que lo basa todo en el poder económico, que constituyen una especie de aristocracia del juego que debe de ser intangible por su propia naturaleza y así nos encontramos con que el producto prototípico de la marca, en una lance de un partido, molesto por la natural oposición que le hace un jugador del equipo contrario, le dice “oye, pero tú ¿quién eres, cómo te llamas, cuánto cobras? ¿Como te atreves a intentar tratarme a mí, como a un igual? ¿Tú sabes cuánto se ha pagado por mí y lo que yo cobro?”.

Este lance, que es conocido por todos los que de alguna manera seguimos esto del fútbol no como un mundo aparte con sus propias reglas, absolutamente  específico, sino como una emanación más de las circunstancias económicas en que el tal juego se integra y manifiesta, ni siquiera  ha provocado suavísimas críticas en esa serie de medios de comunicación que constituyen lo que se ha dado en denominar “caverna mediática”, “la brunete mediática”, o “la central lechera”, que mira con una especie de benevolente simpatía las mayores atrocidades que este conjunto de prepotentes desnaturalizados está llevando a cabo, porque no tiene otro remedio ya que una actuación semejante es la misma que se produce en otros niveles y ámbitos cuando entran en contacto el ciudadano normal, que se ha visto sometido a lo largo de toda su existencia a un procedimiento de total sumisión a las estructuras dominantes en un medio rigurosamente neocons ultraliberal capitalista, en el que naturalmente se produce una forzada y canallesca convivencia, en la que los que tienen, por nacimiento o adquisición basada en situaciones de auténtico y antinatural estatus, la condición de privilegiados, imponen a los que les rodean una serie de obstáculos y barreras que se basan únicamente en la mejor posición económica.

Decía uno de estos endiosados individuos, cuando se le preguntaba si preveía que su equipo estaba cerca ya de volver a ocupar el lugar de absoluto privilegio que siempre había ostentado, que dicho acontecimiento, que ellos volvieran a situarse en la posición hegemónica a la que estaban tradicionalmente acostumbrados, era ya inminente puesto que la situación actual era absolutamente antinatural, y los milagros o las maldiciones son cosas por su propia naturaleza esencialmente efímeras.

Y otro más, al que la masa informe ha encumbrado a las alturas no sólo del buen hacer social sino incluso personal, entronizándolo en la  absurda situación de una persona no sólo inteligente sino también educada, afirmaba sin ninguna clase de rubor que el equipo que los desplazaba del primer puesto en el escalafón mundial lo hacía por haberse implantado una especie de moda absurda y antinatural pero que, como todo el mundo sabe, las modas son eminentemente pasajeras.

Pero, volviendo a la esencia del tema en cuestión: los componentes de este equipo, que lo basa todo en la mayor de las prepotencias económicas, en las tácticas del más feroz de los ultracapitalismos, neoliberales, neocons, desde el más alto de los que lo componen, el presidente de la institución hasta el último utillero, que se encarga de colocar las calcetas, las medias, las botas y el resto de la equipación para que estos nuevos señores de la guerra los vistan con el menor esfuerzo, se hallan de tal manera imbuidos de su excelencia esencial, natural, constitutiva de su propia condición, que exigen al resto de la sociedad en la que se insertan que les tribute un ineludible trato de favor de tal manera que si, por cualquier extraordinaria circunstancia, las cosas no suceden con la obligada necesidad, o sea, si ellos, por lo que sea, no ocupan el lugar hegemónico que les perteneces por naturaleza y gracia, todo el universo debe rebelarse contra esta antinatural situación con todos los medios y con todas las fuerzas, tanto más exigentes y duras en su ejercicio cuanto más larga sea esa artificial privación que un equipucho constituido por 4 tuercebotas, producido de una manera artesanal en un rincón casi ignorado de la maldita Catalunya, se haya atrevido a usurpar el lugar que pertenece por historia y tradición a las más nobles esencias de la Patria, así, con mayúscula.

Y si no lo hacen por las buenas, inclinando espontáneamente la cerviz, y proclamando a voz en grito eso de “Sí, Bwana, como usted mande, amo, Bwana”, lo harán por las malas, mediante la presión irresistible que se les va a hacer, que ya se les está haciendo, desde todas las instancias del poder de la nación para que voluntariamente se aparten de ese lugar de privilegio que actualmente usurpan, y la caída será tanto más dura cuanto más se resistan, porque no sólo acabarán perdiendo indefectiblemente todos los partidos que jueguen,  porque los milagros de vencer en las más duras de todas las contiendas y en las peores condiciones, luchando no sólo contra los 11 componentes del equipo de todas las Españas, sino contra las portadas de casi toda la prensa nacional, contra los estamentos oficiales e institucionales que imparten una justicia tan falsa como canallesca, contra el juego obscenamente sucio de que todo un país favorezca a quien domina toda la economía nacional a través de todas las empresas importantes de todos los ramos de la producción y por ende las páginas y los espacios radiofónicos y televisivos en los que se van a insertar, si sus empresarios son lo suficientemente inteligentes, todos los enriquecedores anuncios de todas las empresas del amo cuasi total de la economía española.

O sea que acabo como empecé citando a Marx: el arte, la filosofía, el deporte, la ciencia, etc., no son más que superestructuras de la puñetera, de la asquerosa, de la obscena, de la desvergonzada economía. 

Amén.

domingo, 1 de mayo de 2011

Mercedes Perez Oliva es defensora del léctor en El País, y éste es un diario con domicilio social en Madrid, al que los madridistas le exigen parcialidad. Una sola palabra: increíble.

El País

 

TRIBUNA: MILAGROS PÉREZ OLIVA

Pasión y furia en el fútbol

DEFENSORA DEL LECTOR. Un artículo en el que se mezcla deporte y política provoca quejas. La creciente polarización en la competición futbolística dificulta la ecuanimidad en la información

MILAGROS PÉREZ OLIVA 01/05/2011
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Los lectores pueden dirigirse a la Defensora del Lector al correo electrónico defensora@elpais.es o telefonear al número 913 378 200.
La lucha entre el Real Madrid y el Barça por los principales trofeos del fútbol español y europeo ha elevado la temperatura deportiva hasta niveles sofocantes, como pudimos ver el miércoles en el Bernabéu. Y una parte de la tensión se ha trasladado al buzón de la Defensora del Lector. El artículo Arbeloa. Y Mayor Oreja, de José María Izquierdo, ha molestado a muchos lectores por decir que el jugador Álvaro Arbeloa representó, en la final de la Copa del Rey, "el más llamativo aspecto del villano, ese que con tanto empeño persigue como referente, honra y prez de su concepción del fútbol, y me temo que de la vida, ese personaje abyecto que es José Mourinho"; por referirse al entrenador como "ese tipo despreciable que corrompe todo lo que toca", "el auténtico Hannibal Lecter" que "inocula aires sanguinarios" a sus jugadores, y por comparar la estrategia de Mourinho con la de Jaime Mayor Oreja y otros dirigentes del PP en relación al terrorismo.

      La noticia en otros webs

      Algunas acusaciones de parcialidad pretenden generar autocensura
      Inmediatamente, lectores como Antonio Varo Baena, José Manuel Grande, Gonzalo Mora, Fátima Lillo, Maribel Arias y Manuel Rodríguez Pasqual, entre otros, escribieron para quejarse. En primer lugar, por las expresiones utilizadas. "Esas formas dañan muchos años de buen estilo y esfuerzo por la ecuanimidad", escribe Ramón Oria. "Alguien que en su blog (El Ojo Izquierdo) se dedica a denunciar los excesos lingüísticos e ideológicos de otros propagandistas con carné de periodista, no debería caer en esos mismos excesos", añade Eduardo López. Y en segundo lugar, por mezclar fútbol y política. Diego Artola lo expresa así: "Considero al autor un analista de política agudo, pero no se puede politizar todo. Es más, hay que tratar de no politizarlo todo, por higiene mental. La politización del deporte, además de ser peligrosa, es demagógica. Somos muchos los que estamos saturados". "No se puede mezclar el peor fútbol con la política. Es decepcionante que se publiquen este tipo de artículos en EL PAÍS", insiste Juan Ignacio Martínez Pastor, profesor de Sociología de la UNED.
      José María Izquierdo responde: "Respeto absolutamente todas y cada una de las opiniones de los lectores, a las que doy un gran valor, sobre mi comentario. Solo les recuerdo que era un artículo de opinión. Les ruego que lo interpreten como tal".
      Las opiniones de José María Izquierdo están amparadas, desde luego, por la libertad de expresión. Pero creo que las formas también importan. Por otra parte, publicar un artículo tan político en Deportes, una decisión que no depende de los responsables de esta sección, sino de la dirección, no parece el mejor camino para evitar la politización del fútbol, algo que muchos lectores deploran. No se me escapa, sin embargo, que una parte de las quejas recibidas con acusaciones de parcialidad antimadridista y no poca furia, no pretenden precisamente huir de la politización, sino abundar en ella.Pertenecen, según he podido comprobar, a una corriente de opinión que considera que EL PAÍS, como diario de Madrid, debería apoyar incondicionalmente al Real Madrid como el genuino representante de España frente al "nacionalismo antiespañol del Barça", en palabras de uno de los remitentes, que no se identifica.
      Algunas de estas cartas, coincidentes con opiniones expresadas en otros foros del diario, pueden ser interpretadas como un intento de presionar a EL PAÍS por procedimientos similares a los que utiliza José Mourinho para tratar de condicionar a los árbitros. Las acusaciones genéricas de parcialidad antimadridista, ya sean contra árbitros o contra periodistas, repetidas una y otra vez, pueden proporcionar claros beneficios a quienes las lanzan pues su propósito es lograr conductas de inhibición o autocensura, y muchas veces lo consiguen. Quiero salir al paso de estas acusaciones y exponerles los criterios que se aplican en la sección de Deportes. Lo primero que señala su redactor jefe, José Sámano, es que "en esta sección, como en las del resto del periódico, no hay posiciones fijas, ni a favor ni en contra de ningún club. Los periodistas cuentan lo que saben y ven, y los analistas enjuician lo que ocurre de acuerdo a su criterio". Por otra parte, EL PAÍS es un diario de Madrid, pero también de Barcelona y de Sevilla y del resto de España. Por eso nunca hace dobles versiones de las crónicas de los partidos. Tanto José Sámano como Ramon Besa, redactor jefe de Deportes en Cataluña, insisten en ello porque es una opción estratégica. Significa una voluntad explícita de no caer en el atrincheramiento deportivo.
      El segundo criterio es defender un determinado estilo de hacer deporte. Hay una forma de entender el fútbol (y también la política como bien señala Izquierdo) en la que todo vale -incluso no jugar o jugar sucio pudiendo jugar bien y limpio- con tal de anular al contrincante y obtener unos resultados. Y hay otra manera, basada en el juego limpio y el respeto al contrincante, que es la que todo el mundo pudo ver en la final de la Copa del Mundo.
      El espíritu de La Roja es el que se defiende en las páginas de EL PAÍS, sin dejar de respetar por ello a quienes practican otros estilos. José Sámano lo explica así: "Los clubes tienen su propia cuenta de resultados deportivos y en el fútbol español el estilo ha sido siempre una cuestión relevante, ya fuera el fútbol hedonista de La Quinta del Buitre, el Superdepor, el Barça actual o el Villarreal, por citar algunos ejemplos. La relevancia del estilo se puso de manifiesto con la selección española, de la que se valoraron tanto sus victorias en la Eurocopa de 2008 y el Mundial de 2010 como la distinguida forma de conseguirlas, lo que supuso un orgullo añadido para la mayoría de los aficionados. Por el buen juego, el comportamiento ejemplar del grupo".
      ¿Dónde está aquel espíritu de La Roja que todos ensalzaban? ¿Quién encarna esos valores? Creo que estas preguntas son muy pertinentes. Pero los factores extradeportivos pesan cada vez más. En un contexto de polarización y creciente politización, la pretensión de ecuanimidad resulta a veces incómoda para los periodistas templados, porque han de ir contracorriente de lo que se practica en una parte importante de los medios y programas deportivos, y decepcionante para algunos lectores, a quienes les gustaría que el diario defendiera los colores de su club con la misma pasión con que ellos lo hacen.
      En una lectura dominada por la pasión, cualquier titular, cualquier crítica, pueden ser interpretados como una muestra de parcialidad. Vean dos ejemplos. El miércoles, la portada del diario publicaba una gran foto de Josep Guardiola, entrenador del FC Barcelona con la frase "Mourinho es el puto amo". Josep Botifoll llamó a la Defensora para quejarse. "¿Le parece a usted justo que por una vez que Guardiola rompe su estilo, tenga que ir la portada, cuando Mourinho no para de insultar y de provocar?". Pero las palabras de Guardiola, y así se lo expliqué al lector, eran noticia precisamente por la ruptura que suponían.
      El jueves recibí una carta de Jesús Rodríguez Calderón. Afirmaba que "no es normal que en los enfrentamientos Barça-Real Madrid, este acabe casi siempre con un jugador menos". "¿Por qué?", preguntaba, emulando las palabras de Mourinho tras el encuentro del Bernabéu. "¿Por qué la prensa de Madrid no es un poco más justa con el Real Madrid?", insistía. Pero la pregunta también podría ser: ¿No será la dureza y la estrategia obstruccionista del juego la que provoca que, no solo el Real Madrid sino otros equipos entrenados por Mourinho, hayan acabado con tanta frecuencia y con tantos árbitros distintos con un jugador expulsado?
      A veces se producen desequilibrios que alimentan las sospechas, pero no son imputables al diario. Por ejemplo, el Real Madrid rechaza con frecuencia que sus jugadores concedan entrevistas o hagan ruedas de prensa. ¿Debe el diario por ello dejar de dar entrevistas o declaraciones de los jugadores del Barça para no ser acusados de parcialidad? De ninguna manera.
      El fútbol mueve pasiones, y a veces furia, pero los seguidores de cualquier club no deben esperar por ello que la sección de Deportes aplique criterios distintos a los que se aplican en otras secciones. Aplica exactamente los mismos.

      Esta vez no vamos a añadir una sola palabra

      El País


      Arbeloa. Y Mayor Oreja

      JOSÉ MARÍA IZQUIERDO - Madrid - 23/04/2011
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      Álvaro Arbeloa, salmantino, 28 años, defensa derecho del Real Madrid, representó el miércoles pasado, en el partido de la final de la Copa del Rey frente al FC Barcelona, el más llamativo aspecto del villano, ése que con tanto empeño persigue como referente, honra y prez de su concepción del fútbol, y me temo que de la vida, ese personaje abyecto que es José Mourinho, portugués de Setúbal. Con las cámaras de televisión teledirigidas a los pies de Arbeloa, se vio a la perfección cómo este agradable muchacho, de aspecto distinguido y maneras educadas, hundía con saña, a la vez que disimulaba con alevosía, los tacos de su bota en la pierna de David Villa, 29 años, para más deshonra compañero suyo en la selección nacional. ¿Obnubilación? En la segunda parte, en la línea de banda que le correspondía por alineación, golpeó en la pierna, al descubierto, al brasileño Adriano que, asombrado, vio cómo el joven Arbeloa, ya hemos dicho que distinguido y educado, subía a continuación la pierna y le propinaba una ominosa patada en salvas sean las partes. De nuevo, la televisión nos mostró la cara del agresor -"esto es la guerra", decía- y la del agredido, que apenas si podía salir del asombro que le causó el comportamiento de su contrincante.

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          Podríamos señalar, por el contrario, cómo el malencarado Javier Mascherano, 27 años, navajero de pro como mandan los cánones en cualquier mediocampista argentino, que ha dejado la muesca de sus tacos en media Liga inglesa, hizo en todo el partido del miércoles, 120 minutos, ¡una sola falta!, y eso que jugó de defensa central, el puesto más proclive a rebañar tibias, tobillos y lo que se tercie, como bien saben y todo el mundo reconoce, excepto los árbitros, Pepe o Sergio Ramos. Lo demagógico sería decir que un joven de buena familia y mejores sentimientos se convierte en un émulo de Hannibal Lecter porque tiene al auténtico Hannibal Lecter de entrenador, guarda de la jaula y sicólogo conductista. Alguien que le inocula ánimo de victoria, dice Lucifer, aires sanguinarios dice cualquiera con dos dedos de frente. Por contra, el sicario Mascherano, dientes y tacos afilados, se mueve desde que llegó al equipo donde ahora milita en un entorno más civilizado, donde se hacen faltas, claro, y en ocasiones horrorosas, pero que no se jalean con grandes alharacas por el jefe de la cuadrilla de la porra como demostraciones de hombría y valor. ¿Demagógico? Cierto, por lo menos, ya es.
          ¿Es Mourinho, ese tipo despreciable que corrompe todo lo que toca, desde el fútbol 'a la italiana' a las reacciones descontroladas de los jugadores, desde el sentido del deporte al victimismo ridículo, de la actitud chulesca e intimidante con los árbitros a las relaciones con la prensa, a la que humilla y degrada? Tal que Jaime Mayor Oreja con sus toneladas de despreciable basura en los volquetes que llena para descargarlos en los alrededores del ministro del Interior y, por extensión, en los del Gobierno en pleno. Recluido ya en los medios de extrema derecha, el exministro del Interior, tan demócrata y tan cristiano, no tiene el menor empacho en utilizar el terrorismo como arma de destrucción del enemigo. Que para él no hay adversarios.
          Y si en ambos casos los ejecutores del tajo y la bazofia son quienes hemos citado con nombre y apellido, qué duda cabe, muchos les acompañan en la complacencia del silencio, cuando menos, o del apoyo más o menos directo cuando más. Florentino Pérez, Jorge Valdano o los jugadores que no recriminan a Pepe la entrada alevosa a Messi deben llevarse la parte alícuota de la vergüenza. Como Mariano Rajoy o Dolores de Cospedal, tan contentos y sonrientes de que sus licántropos les hagan el juego sucio mientras ellos fungen, o lo intentan, que ya no cuela, de amigables centristas.
          Cómplice, RAE: "Participante o asociado en crimen o culpa imputable a dos o más personas".