lunes, 29 de marzo de 2010

Panorama desde el puente, comentario inaugural



Un espectador de fútbol es como un hombre borracho o drogado, está totalmente hinibido y expresa sin ninguna clase de recato lo que piensa y lo que siente de modo que no es infrecuente contemplar a un caballero elegantísimo e incluso engominado comportarse como el peor educado de los carreteros.

Y esto sucede así porque este animal absolutamente irracional que hemos dado en llamar hombre precisa una dosis  cotidiana de lo que los clásicos romanos llamaron “panem et circenses”, es decir, que el jodido tipo ese que vemos por la calle no sólo necesita comer, como esa mala bestia que realmente es sino que también quiere folgar y no sólo con una buena mujer sino también con un espectáculo que lo aliene, que lo saque de sí mismo y que lo proyecte a ese espacio de animalidad que añora constantemente.

Y esto lo han comprendido muy bien esos individuos que constituyen lo peor de la sociedad actual: los periodistas deportivos. Como su propio nombre indica, éstos son la conjunción de lo peor de cada casa, por una parte son periodistas y por otra, deportivos.

Un periodista es un tipo que tiene encomendado por lo peor de la sociedad el enmascaramiento, la ocultación de lo que está pasando realmente en el mundo. Un periodista es todo lo contrario de un espectador imparcial, y no puede serlo porque está pagado por esos corruptores de menores frustrados que son los empresarios de la información, unos tipos mefistofélicos que quieren adueñarse de las almas de los hombres utilizando el peor de los venemos que se conocen, la adulación de las más bajas pasiones. 

Un periodista es, pues, un tipejo al que su amo, un capitalista exacerbado, cargado de millones, ha encomendado la tarea de engañar a la gente, al populacho, a esa masa ingente y deforme que malvive deseando que la engañen, que la intoxiquen, que la desinformen.

Y por si esto fuera poco esta denigrante tarea la realiza utilizando el peor de los fantasmas que el hombre ha creado para dominar al hombre: el deporte, un simulacro de la lucha incruenta que se ha convertido en la más cruel de todas las guerras, una lucha a muerte, sin cuartel, a cuyos soldados se les pagan los mejores estipendios porque tienen que engañarnos a todos nosotros aún más que a sí mismos.

Éste es, pues, el mundo en el que este diario virtual se va a mover, el mundo más cruel, corrompido y desalmado que existe,  en el que se han refugiado casi todos los rufianes que pueblan la Tierra, un mundo falso, estúpido, poblado por una inmensa legión de imbéciles que buscan, sobre todo, que alguien les engañe, que les haga ver lo que no existe, un mundo falso radicalmente en el que nada es lo que parece pero que somete a un diabólico embrujo todo el que se le acerca, un mundo del que se debería de huir como de la peste pero que cada día atrae a más gente que sublima su pequeña y triste vida soñando con participar en esa fatua y estúpida de los muñecos de trapo que son sus falsos héroes.

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